Genoveva de Brabante [Trad. María Martín] by Christoph von Schmid

Genoveva de Brabante [Trad. María Martín] by Christoph von Schmid

autor:Christoph von Schmid
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama, Juvenil
publicado: 1810-01-01T00:00:00+00:00


—Le dices también que, ya que no he tenido la dicha de volver a verle en este mundo, espero volver a verle en la eternidad. Dile que no llore por mí, ni se desespere pensando en mis sufrimientos, pues yo he muerto contenta pensando que él será siempre bueno con todos y cuidará mucho de ti. ¿Te acordarás de todo esto, hijo mío?

—Sí, mamá. Pensaré varias veces en ello y así no lo olvidaré.

Permaneció ella unos momentos en emocionado silencio, mientras las lágrimas corrían por su demacrada faz, y luego, haciendo un esfuerzo para que su voz sonara firme, añadió:

—Sobre todo, hijo mío, no te olvides de decirle que siempre le fui fiel, que ni una sombra de traición pasó por mí, y que así te lo he jurado poco antes de morir. ¡Prométeme repetirle con fidelidad todo cuanto te he indicado!

—Te lo prometo, mamá, no sufras.

—Explícale también todo lo que hemos hecho en este lugar; cuál ha sido aquí nuestra vida durante estos siete años. Y dile que venga a buscar mis restos a esta cueva para guardarlos en el panteón de mis antepasados, pues siempre he sido digna de este honor, aunque personas viles me hayan calumniado de un modo tan atroz.

Calló de nuevo, cada vez más fatigada; pero luego aun continuó, con voz quebrada por el supremo esfuerzo:

—Debo decirte algo más todavía, hijo mío, antes de que Dios me lleve consigo. Ya sabes ahora que tienes un padre y una madre. Pero lo que ignoras todavía es que yo también los tengo. ¡Dios mío! ¡Quizá no estén vivos ya! ¡Cuánto debieron de padecer al enterarse de mi suerte! Estoy segura de que no creyeron en mi traición, pero hace años me suponen muerta, y este sufrimiento… Aunque tal vez el Señor les haya ayudado a sobrellevar estos infortunios y sigan aún con vida y salud. Si es así, pide a tu padre te lleve a su presencia.

—¿A la presencia de… tus padres? ¿Y cómo debo llamarles a ellos?

—Abuelos. Tú eres su nieto. ¡Qué alegría tendrán si viven y pueden verte! Tal vez esto les compense un poco de su gran dolor. No habrán dejado de pensar en mí, en su pobre Genoveva, a la que suponen degollada por el hacha de un verdugo…

Al considerar el sufrimiento de sus queridos padres, Genoveva no pudo contener los sollozos que hacía rato pugnaban por estallar. Le venían a la mente los fieles años que pasara en su compañía, la vida plácida, alegre y honestamente dichosa que tuviera junto a ellos. Tan dolorosos recuerdos y su estado enfermizo la hicieron presa de una especie de delirio, y fue con una gran exaltación que exclamó:

—¡Pobres padres míos! ¡Cuánto habréis padecido por vuestra pobre hija! Tú, querida madre, que eres tan sensible y tanto lamentaste mi partida, ¡cuántas lágrimas habrás derramado pensando en mi desdichado sino! Si ahora pudiera teneros junto a mí, contemplar vuestro rostro, oprimir vuestras manos, moriría más tranquila. Si supierais que estoy viva, correríais a mi lado, sin importaros



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